Carmen Vela Olmo - Moneda Única
Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación.

“Mi principal preocupación es que cada vez haya más vocaciones científicas y más sitios de calidad para nuestros investigadores”

En la presentación del Anuario de la Innovación en España 2014 de Innovaspain usted declaró que “la inversión privada (innovación) en I+D+i representa en España el 52 por ciento del total, frente al 62 por ciento de la media europea y por encima del 80 por ciento en países de referencia como Japón o Estados Unidos” ¿Cómo interpreta este dato?

Estos datos reflejan un importante déficit para nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación. Necesitamos incrementar la participación privada en actividades I+D+i, tanto en su financiación como en su ejecución; es uno de los principales retos que tenemos. Hemos conseguido un nivel considerable en investigación en las últimas décadas, pero la innovación no ha acompañado. Esto es algo que debemos cambiar entre todos: administraciones, universidad, organismos y centros de investigación, empresas, parques y centros científicos y tecnológicos o fundaciones. Si de verdad queremos mejorar, equiparar nuestro sistema al de los países nórdicos, al de los anglosajones, al de Japón o Corea, tenemos que trabajar juntos y poner las bases para crear lo que se denomina muchas veces un Ecosistema de Innovación.

Para lograr este sistema eficiente que consiga que las empresas inviertan en ciencia debemos contar con seis variables: una financiación adecuada, generación de talento y capacidad para emplearlo, movilidad—tanto del sistema público al privado como del privado al público, tanto nacional como internacional—, un sistema fiscal que favorezca la innovación, flexibilidad administrativa y que la sociedad reconozca el importante papel de la I+D+i.

También afirmó que no existe comunicación, transferencia de conocimiento entre los investigadores y las empresas, lo que dificulta el desarrollo de la I+D+i en nuestro país. ¿Cómo solventar esta dificultad?

Debemos afrontar muchos cambios. Sabemos que los cambios son difíciles y no gustan a todo el mundo, pero hay que hacerlos. De eso precisamente trata la innovación: de cambiar, ya sea la forma de pensar, de actuar o de afrontar el futuro. Si no somos capaces de cambiar muchas de las cosas que hacemos no podremos aspirar a un sistema potente de ciencia e innovación.

El primero de estos cambios debe llegar precisamente del concepto de I+D+i. Hasta ahora se hacía investigación por un lado, en la universidad o en los organismos de investigación, e innovación por otro, generalmente en las empresas. Y el primer cambio es el de unificar el proceso, tomarlo como un recorrido completo, desde la generación de la idea hasta su conversión en un producto o servicio.

Para ello todos los actores del sistema tenemos que implicarnos en el proceso completo. Los organismos de investigación, los centros y la universidad han de colaborar con el mundo empresarial y viceversa, para que potenciemos tanto la investigación como la innovación. Obligatoriamente van de la mano, son interdependientes. Por eso en 2013 acabamos con esa separación al aprobar la Estrategia Española de Ciencia y Tecnología y de Innovación, que por primera vez abarca la investigación y la innovación en un solo documento, sin distinciones.

La internacionalización de servicios y el comercio exterior son en la actualidad el pilar principal de la economía española. ¿De qué manera está España internacionalizando la I+D+i? ¿Cómo apoya la Secretaría de Estado de I+D+i este proceso?

Nuestro trabajo va encaminado a conseguir un sistema de I+D+i robusto e internacional. España, Europa, el mundo; la ciencia no tiene fronteras y su objetivo es mejorar la vida de las personas sin importar la nacionalidad. Si queremos ser parte importante de esa ciencia mundial, debemos cambiar de mentalidad e implicar a la sociedad en ese cambio. Un cambio que sin duda nos permitirá afrontar el futuro de otra manera.

En este sentido, nuestro primer objetivo debe ser el de mirar a Europa, al programa Horizonte 2020. Es fundamental que nos presentemos a las convocatorias, que lideremos proyectos. Hemos trabajado mucho para que esto sea así, apoyando con varias iniciativas a todo aquel que quiera optar a las ayudas europeas. Y de momento los resultados están siendo muy buenos. Con las 38 convocatorias contabilizadas hasta ahora de Horizonte 2020, España es el tercer país que más proyectos ha conseguido, tras Alemania y Reino Unido. Nuestras universidades, organismos de investigación y empresas han obtenido 224 millones de euros para desarrollar 761 proyectos. Esto supone un 10,63% de retorno, muy por encima del objetivo que nos habíamos propuesto para todo el programa, que es del 9,5%. Estos datos reflejan la calidad de nuestro sistema y son importantes no solo por los fondos que suponen, sino también porque es una oportunidad para que nuestras instituciones y empresas hagan ciencia a nivel internacional en colaboración con los mejores investigadores de Europa y con las empresas más punteras del continente.

Además, participamos y cada vez tenemos más peso en los mayores programas e infraestructuras internacionales y europeas.  

La competitividad de un país está directamente relacionada con su inversión en I+D+i.  Hace algo más de un año casi desaparece el CSIC, que se salvó (de momento e in extremis) con una partida extraordinaria de 70 millones de euros que aprobó el Gobierno. ¿Cómo ser competitivos si se reducen las partidas para la investigación de los Presupuestos Generales del Estado?

El CSIC nunca ha estado cerca de desaparecer. Tuvo problemas financieros ocasionados por la merma de sus recursos entre 2009 y 2011, cuando se redujo su aportación cerca de un 30%. En 2012 nos encontramos por tanto con un CSIC con menos recursos que, sin embargo, no había reducido sus gastos proporcionalmente. Ante esta difícil situación, y de manera organizada,  le inyectamos 95 millones de euros en 2013 (a través de dos créditos extraordinarios; uno de 25 millones y otro de 70) para garantizar su viabilidad financiera. Y en 2014 destinamos 50 millones más para consolidarlos en su presupuesto. Además, el Consejo Rector del CSIC aprobó el Plan de Compromisos de Viabilidad para el periodo 2013-2015 con el fin de racionalizar su estructura, sus gastos operativos y llevarlos a un equilibrio sostenible. Todas estas actuaciones estaban planificadas y permiten que el CSIC mantenga su actividad con normalidad. No fue algo momentáneo ni una actuación in extremis.

Para ser más competitivos hay que invertir en I+D+i y hacerlo con eficacia. Es cierto que los Presupuestos Generales del Estado han caído entre 2009 y 2013 por la difícil situación económica y social que ha pasado este país. En 2014 crecieron y en 2015 se ha consolidado ese incremento. Debemos mantener esta línea ascendente; los presupuestos para ciencia deben ser estables y previsibles.

¿Qué debemos y podemos aprender de otros países en I+D+i?

Podemos aprender mucho de varios países, aunque cada uno luego tenga sus características y circunstancias. Por eso solicitamos a la Comisión Europea un informe sobre el sistema español de I+D+i, que examina sus capacidades y compara lo analizado con sistemas y experiencias en otros países. En julio de este año, un grupo de expertos presentó al ministro de Economía y Competitividad las conclusiones del trabajo denominado European Research Area Committee peer review. Entre sus conclusiones, recomiendan la modificación de la carrera investigadora, afrontar un mayor nivel de coordinación, aumentar el número de empresas que invierten en I+D+i mediante ayudas directas, mayor flexibilidad administrativa o contar con una Agencia para la Investigación. Y estoy de acuerdo.

Usted cumple en estos días 3 años al frente de la Secretaría. ¿Cómo valora su gestión en este tiempo? ¿Qué retos de futuro se plantea la secretaría?

Este tiempo ha sido de mucho, muchísimo trabajo. Y de dificultades que ya todos conocen y que nunca he negado. Pese a las complicaciones, que han sido muchas, puedo decir que hemos sacado todas las convocatorias de proyectos y de RRHH, aunque con retrasos que estamos intentando recuperar. Hemos aprobado la Estrategia Española de Ciencia y Tecnología y de Innovación, que plantea un cambio conceptual a la hora de abordar la investigación y la innovación, superando el modelo de transferencia, que está claro que no ha funcionado. Hemos solventado situaciones muy complicadas que se arrastraban desde hace años en el CSIC o en el CNIO. Hemos consolidado la excelencia con más convocatorias de centros Severo Ochoa, que este año se abre a las unidades de investigación. Hemos repensado nuestras ayudas de RRHH, convirtiendo las becas en contratos, añadiendo convocatorias como la de doctorados industriales o establecido medidas para que los Ramones y Cajales logren estabilizarse en el sistema de I+D+I una vez terminen los cinco años de ayuda. Hemos ampliado nuestra presencia en organismos internacionales muy importantes y entrado a participar en infraestructuras como el EELT, el mayor telescopio del mundo. Hemos sacado nuevos programas de colaboración público privada como el CIEN y aprobado medidas para impulsar a las empresas en su camino innovador, como el cheque fiscal o la bonificación del 40% en las cotizaciones para la seguridad social del personal investigador. Hemos sometido a nuestro sistema a un análisis por parte de expertos europeos. Estamos diseñando una nueva carrera no funcionarial para los investigadores con la aprobación de 50 contratos en organismos públicos de investigación. Hemos impulsado nuestra participación en Europa a través del programa de investigación e innovación Horizonte 2020, donde hasta el momento nos situamos como el tercer país tras Alemania y Reino Unido en consecución de proyectos altamente competitivos. Nos hemos involucrado en el diseño de las Estrategias de Especialización Inteligente de las CCAA, que deben servirnos para eliminar las duplicidades y ganar en eficiencia. En definitiva, no creo que tenga que ser yo quien deba hacer una valoración de mi gestión, pero trabajo no ha faltado.

Retos quedan muchos, pero para no alargarme me quedo con cuatro: crear la Agencia Estatal para la Investigación, conseguir que la implicación de las empresas con la I+D+I sea mayor, lograr cuanto antes que la I+D+i suponga el 2% del PIB y alcanzar una mayor flexibilidad en la gestión administrativa. Aunque mi principal preocupación es que cada vez haya más vocaciones científicas y más sitios de calidad para que trabajen nuestros investigadores.

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