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Ahora que vamos sin rumbo vamos a contar mentiras

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José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.


Presumía Mariano Rajoy, en su anticipado balance de legislatura, de que siempre había respondido al desafío secesionista catalán con prudencia y con proporcionalidad. Dos virtudes que le adornan pero que, a la vista está, ni sirven ni se entienden cuando se trata de frenar un movimiento independentista basado en la irracionalidad, la visceralidad y la mentira, y con el que, además, se trata de tapar las vergüenzas de décadas de corrupción, autocracia y nepotismo consentidas tanto por el conjunto de la sociedad catalana como por los distintos gobiernos que se han sucedido en el Estado, desde Felipe González a Zapatero, pasando por José María Aznar.

Que eso, y no otra cosa, se esconde tras la resolución conjunta de Junts pel Si y de la CUP y que constituye un golpe de Estado en toda regla contra la democracia, la legalidad, la convivencia y la razón en la que ambas fuerzas políticas demuestran su desprecio por el resultado de las urnas y por los derechos y libertades de unos ciudadanos de Cataluña que mayoritariamente han dicho “no” al delirio de una independencia construida sobre mentiras, ocultamiento de las consecuencias, manipulación de la información y de sus medios, falseamiento de la historia y un manejo de la propaganda que deja en meros aprendices a Goebbels y su aparato de la Alemania hitleriana.

Un golpe de Estado sin uniformes pero con todas las características de la sedición y ante el que se imponen respuestas reflexivas sí; pero contundentes y de urgencia, acompañadas de la demostración palpable de todas las mentiras con las que  desde la Generalitat  y Junts pel Sí se ha sembrado el odio a España, como esa del “nos roba”, cuando han sido los dineros del resto del Estado los que han permitido mantener los servicios básicos y el funcionamiento de una comunidad autónoma que Mas y su gobierno han empobrecido y no han sabido gestionar.

Mienten  también, porque mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar, cuando niegan que una hipotética Cataluña independiente no saldrá de Europa, cuando por activa y por pasiva los líderes europeos han dicho que se van y lo dicen sin lugar a dudas los tratados de la Unión.

Y siguen mintiendo cuando ocultan que el coste de la ruptura, que implica la salida automática de la UE y del euro, amenaza desde el acceso a los mercados financieros de esa hipotética nación catalana hasta el pago de las pensiones. Los diferentes estudios de los organismos europeos y de instituciones privadas, como Credit Suisse, estiman que, aún sin evaluar la previsible huida de capitales y los costes de adoptar una nueva moneda o alcanzar un nuevo acuerdo monetario con la UE, Cataluña podría perder hasta el 20 por ciento del PIB y se quedaría por debajo de la renta per cápita media del resto de España.

Tampoco son halagüeñas las previsiones para el mercado laboral. Las deslocalizaciones de empresas podrían lastrar la actividad económica y elevar la tasa de desempleo catalana, actualmente por debajo de la media del país. Y, en paralelo, la independencia conllevaría un descenso de las ventas catalanas, tanto al mercado exterior como al resto de España, y un hipotético descenso del turismo, que en 2014 aportó 15,1 millones de euros a las arcas autonómicas.

Pero lo que llega ya al colmo de la falsedad y la desfachatez es atreverse a prometer, como han prometido, un Estado limpio de corrupción. Y lo dicen ellos que tienen a su padre político y fundador, Jordi Pujol, implicado junto a toda su familia en uno de los mayores escándalos de corrupción de la democracia española, los dirigentes de un partido que tienen 15 sedes embargadas por el caso Palau, y los que están siendo investigados por la policía y la justicia por las comisiones del 3 por ciento.

Estos son los autores del tinglado y sobre estas piedras quieren construir su “paraíso”… Si les dejan.

José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.

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