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Opinión

El esperpento de las cuentas públicas

Jose-Maria-Triper

José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.


Si el descalabro del déficit público en 2015 ha dejado al desnudo las miserias que ocultaban los cantos triunfalistas del Gobierno sobre la recuperación económica y la consolidación fiscal, el dato de cierre del desequilibrio en las cuentas de la Seguridad Social han venido a reflejar la realidad de las eufóricas cifras oficiales sobre la creación de empleo pero miradas en el cristal de ese espejo cóncavo que el maestro Valle-Inclán utilizaba para definir el esperpento.

Una realidad distorsionada y un agujero más que preocupante cuando se comprueba que pese al descenso en el número de desempleados los ingresos por cotizaciones sociales no remontan y apenas permiten cubrir el 78 por ciento de los gastos del sistema.

Un desfase que el Gobierno atribuye al mayor número de pensionistas, que es verdad que suben, pero sin descender a la causa última del mal que no es sino la precariedad y la reducción salarial del empleo que se crea e, incluso, de muchos de los que permanecen pero que están gravemente afectados por variaciones a la baja de los sueldos percibidos y de las condiciones contractuales.

Los números, que como el algodón no engañan, muestran que mientras las altas en la afiliación a la Seguridad Social crecían un 3,18 por ciento durante el último ejercicio, el aumento de los ingresos por cotizaciones era de sólo el 1,3 por ciento, es decir, menos de la mitad. Revelador.

Más aún si al dato de los ingresos incorporamos los concernientes a la creciente dualidad de nuestro mercado laboral, cuya tasa de temporalidad se elevaba al 26,15 por ciento, con datos de la última EPA, duplicando la media de la Unión Europea y muy superior al del resto de las grandes economías europeas.

De hecho, las cifras oficiales del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) revelan que el 24,7 por ciento de todas las contrataciones formalizados en el último ejercicio tenían una duración inferior a siete días, superando los 4,5 millones de contratos, mientras que los indefinidos rondaban el millón y medió y suponían el 8,1 por ciento del total.

Y, si a esto añadimos la fotografía salarial de los datos tributarios en la que el sueldo medio de los trabajadores declarado por las empresas cayó al mínimo desde 2007, y la utilización abusiva de las tarifas planas y deducciones en la cotización para el fomento del empleo, cuyo resultado es cuando menos cuestionable, pues eso; el espejo cóncavo y el esperpento, también en el sistema de la Seguridad Social, que es el que garantiza, o debería garantizar nuestras pensiones.

José María Triper
Corresponsal económico de elEconomista.

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