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La exportación, el camino de las empresas españolas

El crecimiento del comercio mundial se ha desacelerado significativamente en los últimos años y, especialmente, desde 2015. Tras la crisis de 2008-09, el volumen del comercio de bienes y servicios ha avanzado en promedio un 1,8% anual, muy por debajo de la media de las dos décadas anteriores (6%). Diferentes factores estarían detrás de esta evolución, entre ellos el bajo grado de inversión a nivel global, la menor liberalización comercial, el reciente repunte de medidas proteccionistas y la disminución de la formación de cadenas de valor global.

A pesar de lo anterior, las exportaciones españolas siguieron creciendo con fuerza en 2016 a diferencia de lo que sucede en muchos de los países de nuestro entorno. En los primeros diez meses del año, el volumen de exportaciones creció un 3,5% con respecto al mismo periodo del año anterior, muy por encima del incremento del 1% registrado a nivel mundial. Este dinamismo se explica, en gran medida, por cambios estructurales que han posibilitado la corrección del amplio déficit por cuenta corriente que arrastraba la economía antes de la crisis. Este cambio resulta de gran relevancia dado el elevado endeudamiento con el exterior. La posición inversora internacional neta española (PIIN) se sitúa cerca del 90% del PIB, muy por encima del nivel de riesgo establecido por la Comisión Europea del 35%.

En el corto y medio plazo, existen ciertos riesgos que podrían llevar a un deterioro del superávit de la balanza por cuenta corriente y, por lo tanto, imposibilitar la necesaria reducción del endeudamiento con el exterior. Por un lado, el incremento del precio del petróleo podría elevar la factura energética y revertir parte de la corrección del déficit comercial energético de los últimos años. En 2017, se espera que el precio medio del Brent alcance los 57,2 dólares/barril, un 25% más que en 2016. Por otro lado, el repunte de la inflación podría elevar los tipos de interés afectando al saldo de la balanza de rentas primarias.

En este contexto, la economía española debería centrarse en consolidar un superávit por cuenta corriente profundizando en medidas que permitan seguir ganando competitividad. Hasta ahora, el número de empresas que exportan de manera regular ha aumentado más de un 30% desde 2011 hasta casi 49.000. A pesar de ello, la base de empresas exportadoras sigue siendo pequeña en comparación con el total de compañías en la economía y, además, la actividad está muy concentrada. Entre enero y octubre de 2016, el 3,6% de las empresas exportaron el 87% del total de bienes y servicios.

España también debe esforzarse en diversificar la producción dado que en los últimos años se ha observado un retroceso en este sentido. La diversificación de las exportaciones españolas, medidas a través del Índice de Complejidad Económica, se sitúa por encima del promedio mundial (0,83 vs. 0,75 en 2014), pero está lejos de países como Japón o Alemania (2,3 y 1,9, respectivamente). Este índice es mayor cuanto mayor es el peso de las exportaciones en sectores más complejos y de mayor conectividad.

La diversificación es también necesaria a nivel geográfico. Las exportaciones hacia países fuera de la UE ganaron peso durante la crisis, sin embargo, desde 2015 este proceso se ha moderado. La elevada concentración de las exportaciones en el área euro (más del 60% del total) las hace muy dependientes del ciclo económico europeo.

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