De la defensa de Argos por las argivas - Moneda Única
Opinión

De la defensa de Argos por las argivas

Jesús-Centenera-(Ageron)

Jesús Centenera.
Agerón Internacional.


Del papel de las mujeres en el mundo moderno

Los hoplitas lacedemonios se iban extendiendo cercando las altas murallas de Argos, preparándose para el asalto de una ciudad vacía de hombres, más allá de los niños, que todavía no podían levantar los escudos de bronce, o de los viejos, que ya no podían sostener las pesadas espadas. Todo el mundo estaba asustado, y corrían y gritaban de un lado para otro ante la perspectiva de la toma de la ciudad por asalto, a sangre y fuego ¿Qué se podría oponer a ese ominoso muro broncíneo de los espartanos, el mejor ejército de la Antigüedad, que refulgía al sol, estrechando el cerco como una soga alrededor del cuello del ahorcado? Sorprendentemente, una poetisa lírica argiva, llamada Telesila, tomó el control de la situación y preparó la defensa de la ciudad armando a las mujeres que estaban en la flor de la edad ¿Una poetisa que juega con las palabras? ¿Y de poesía lírica, que mueve nuestras emociones y sentimientos? ¿Guerrera armada con un hacha como la reina amazona Hipólita? ¿Y dirigiendo la defensa de la ciudad de Argos? ¡Oh, sí, amigo, no conoces de qué pasta estaban hechas aquellas mujeres! ¿Solo aquellas, o lo están todas?

Sorprende esa historia, porque, durante siglos, las mujeres eran denominadas el “sexo débil” (aunque también, de manera más poética, pero también condescendiente, “el bello sexo”), dependientes de los varones, sometidas, relegadas, sumisas, cuando no abusadas. Es difícil desentrañar porque las cosas han sido cómo han sido, pero no es arriesgado lanzar algunas hipótesis. En primer lugar, creo que el conflicto permanente de los seres humanos, ha llevado a escaramuzas, riñas, conflictos y peleas, que escalaban a enfrentamientos armados fronterizos, batallas y guerras. Durante siglos, se produjo una diferencia clara entre una élite militar combatiente, formada por varones, más rudos, más resistentes, más violentos. Mientras que las mujeres tenían que parir, ocuparse de los niños, del hogar, de la comida, de la vestimenta. Y era algo aceptado por todos, porque no había otra alternativa, no había otra posibilidad. Pero ahora la hay. Gracias a varios puntos de cambio, siendo los primeros la doble revolución agrícola (produciendo excedentes que liberaron de la tierra) e industrial por un lado, y la evolución producida por la inmensa necesidad de carne de cañón de la guerra moderna, que mandó a la mujer a primera línea de las fábricas. Pero también lo fue el movimiento sufragista, que daba el marco teórico, y que se encuadraba dentro del movimiento emancipador de la sociedad en su conjunto. También ha tenido que ver el control de la natalidad y muchos otros cambios sociodemográficos. Una buena mezcla, pero a fuego lento.

En los últimos 100 años, hemos experimentado una revolución social inusitada, que ha dado la vuelta a más de 6.000 y pico años de costumbres. Siempre hubo pioneras, pero ha sido el siglo XX el que ha visto un cambio radical en Occidente, que se ha acelerado en este nuevo siglo. Las mujeres han llegado a la universidad, siendo mayoritarias en varias carreras, incluso algunas reservadas para hombres como medicina. Y han irrumpido en el mundo de la empresa, primero desde abajo, luego subiendo penosamente los escalones de los puestos de dirección, estando todavía lejos los puestos de los consejos, pero es un factor imparable. Su presencia en la administración, los medios de comunicación e ¡Incluso el ejército! está ya aceptada y bastante normalizada. Sin embargo, ha habido efectos secundarios que quizá nadie había previsto, como el retraso en la edad de matrimonio, la disminución de la natalidad en algunos países como España, y, lo que es más importante desde mi punto de vista, la torpeza casi cómica de interactuar en un escenario “cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer” como decía Bertolt Brecht. Cuanta confusión sigo viendo en ese reparto de roles, que producen situaciones dramáticas. Y en momentos en que las mujeres deberían ser más felices que nunca, a veces sufren como nunca han hecho. Me imagino que seguirá así durante algunas generaciones, hasta que se produzca el ajuste sociológico, con el ajuste legal. Si sucede.

Sin embargo, cuando se llevan a cabo estudios en otras áreas culturales, vemos que el cambio no está extendido a toda la Humanidad, ni muchísimo menos. Sigue habiendo matrimonios concertados, sometimiento doméstico, machismo, puestos y áreas vetadas para las mujeres. Y no hablamos de países musulmanes extremistas. Hablamos también de sociedades muy desarrolladas económicamente, en las que las mujeres tienen un papel secundario, desde Japón a México, desde Rusia a Emiratos.  La gran paradoja es que Occidente que se desgañita hablando de las libertades, y celebrándolas, no sabe muy bien cómo tratar este efecto de la distinta evolución histórica. Al igual que en el proceso democratizador que ha costado muchos siglos y mucha sangre, el proceso de equiparación de derechos de los seres humanos, sea cual sea su género, no es un proceso que se pueda conseguir de la noche a la mañana, ni aunque sean muchas noches y muchas mañanas.

Gracias a Maricruz Herrero y a la Editorial Gredos, tenemos la posibilidad de leer en castellano la traducción de los textos griegos de Pausanias que nos cuentan dicha leyenda y su final extraordinario: “Cuando los lacedemonios estuvieron cerca, las mujeres no se asustaron de los gritos de guerra, sino que, recibiéndolos a pie firme, lucharon valientemente. Entonces, los lacedemonios, pensando que, si mataban a las mujeres, tendrían un éxito odioso, y que si fracasaban, tendrían una derrota vergonzosa, se retiraron ante las mujeres. Ya antes la Pitia había anunciado este combate, y Heródoto cita el oráculo, lo entendiera o no: -Mas cuando la hembra venza al varón, lo expulse y alcance la gloria entre los argivos, hará que muchas argivas desgarren sus dos mejillas-” Ni entonces, ni ahora, sabe nadie qué significa eso que van a hacer las argivas, pero… cuidado amigo, porque ya están en ello. Y tan ricamente.

Jesús Centenera.
Agerón Internacional.

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