La incertidumbre política genera un entorno empresarial complicados.
Entre 2012 y 2015 el PIB turco creció de media un 6,1%, desacelerándose este crecimiento a más de la mitad el año pasado. También el paro ha crecido a sus cifras más elevadas desde 2010 y la inflación supera las cifras de los dos dígitos. Los turcos también han sufrido la caída del turismo y la depreciación de su moneda.
Y las perspectivas no han cambiado mucho desde que Erdogan haya conseguido ganar por los pelos el referéndum y esto haga que su país pase de ser una república parlamentaria a ser presidencialista, sobre todo porque de momento los problemas de Turquía siguen siendo los mismos: caída en la confianza de los consumidores, menor inversión, aumento del desempleo, alta inflación, aumento de la volatilidad del tipo de cambio y la restricción del crédito financiero, ha afectado a los principales sectores productivos del país.